55. Recuerdos Bajo las Luces «de París».

Recuerdos Bajo las Luces «de París».

Cada vez que cierro los ojos, vuelvo a esos días en que caminábamos sin prisa por esos senderos fríos, tomados de la mano, buscando entre lo clandestino un rincón para escuchar el latido de nuestros corazones. Las luces de los faroles de nuestro vecindario, dibujaban reflejos en sus ojos, y todo parecía encajar, como si el tiempo se detuviera solo para nosotros. En aquellos momentos, mi corazón latía más tranquilo, porque a su lado, todo era mejor. Era el más feliz «de Paris».

Recuerdo cómo los días se deslizaban rápidamente entre salidas, bares y cafés diminutos, donde las conversaciones eran interminables y las sonrisas espontáneas. Nos refugiábamos del mundo entre complicidades planeadas y el aroma de un amor recién conocido, mientras la ciudad susurraba secretos de encuentros de amor que solo nosotros entendíamos. Era el más feliz «de Paris».

Las noches, ah, las noches… complices e iluminadas por una luna que parecía brillar solo para guiarnos, al fin y al cabo su luna. Caminábamos junto al volcán de nuestros sueños, y la atmosfera amarilla era una más de nuestros testigos. Todo se sentía eterno por esos días, cada paso juntos, cada suspiro compartido. Era el más feliz «de Paris».

Recuerdo también cuando la lluvia caía con fuerza en esa ciudad en la que éramos foraneos, corríamos para no mojarnos, y aún empapados, las risas y mariposas en el estómago eran parte de nuestra historia. Y aunque el frío nos envolvía, el calor de sus manos era suficiente. En esas pequeñas locuras, en esa simpleza, me encontré lleno de vida. Era el más feliz «de Paris».

Ahora, esos recuerdos son como un tesoro que me da refugio, cuando todo parece algo incierto. Y aunque el presente casi no se pinte como podría imaginarse, vuelvo a esos días reiteradamente, porque en ellos, y solo en ellos, Era el más feliz «de Paris».

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