Sueños Olvidados.

Sueños olvidados

Sus encuentros no eran casuales, sino cuidadosamente planeados, orquestados con la precisión de quienes comparten una complicidad secreta y profunda. Cada viaje al sur era una promesa, un pacto silencioso de amor renovado. Las cabañas se convertían en su refugio, un santuario donde el tiempo parecía detenerse y el mundo exterior se desvanecía.

Allí, en la calidez de la madera y el crujido del fuego en la chimenea, compartían largas conversaciones que duraban hasta la madrugada, abrazados por la serenidad del bosque que los rodeaba. Cocinaban juntos, improvisando recetas de itinerarios con los ingredientes más sencillos, para disfrutar cada minuto como el más exquisito manjar. En sus mentes, salían a caminar, explorando senderos de un futuro que planeaban juntos y que solo ellos conocían, marcado por sus sueños y anhelos compartidos.

Cuando la noche caía, el silencio se convertía en su aliado. Bajo las estrellas, en la intimidad de esa cabaña, sus cuerpos se encontraban con la naturalidad de quienes se conocen más allá de las palabras. Hacer el amor en ese lugar era más que un acto físico; era la culminación de todo lo que eran juntos, un momento en el que la piel hablaba y el alma escuchaba.

Cada rincón de la cabaña guardaba un pedazo de su historia: el sofá donde se acurrucaban a ver películas, la mesa donde reposaban las cartas que se enviaban, la cama donde sus sueños se entrelazaban en la oscuridad. Esos encuentros, tan llenos de ternura y deseo, se volvieron un tesoro, una colección de recuerdos imborrables que llevarían consigo, incluso cuando el viaje terminara.

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