

Perdido en los Caminos de la Tormenta.
La tarde es oscura y gris, y yo no estoy en mi mejor posición. Hay un deseo profundo de perderme, de caminar sin rumbo hasta alcanzar la tormenta, como si el viento pudiera llevarse conmigo el peso que cargo. La neblina, al final, borraría mi silueta lentamente, como si al desvanecerme pudiera dejar atrás todo lo que me aflige. Me he perdido en los caminos de la vida, creyendo que sabía a dónde iba, pero me doy cuenta de que, en realidad, desconozco de dónde vengo y hacia dónde me dirijo. Hoy me siento pesado, cargando las cicatrices que me han dejado cada intento de amar, cada oportunidad que consideré como mi última carta bajo la manga.
Acepto que, al igual que en la mejor partida de Black Jack, en el juego del amor siempre existe la probabilidad de perder. Pero no me arrepiento. Estoy en paz con haber amado, con haber dado todo lo que tenía, hasta el último aliento. Es una reconciliación con mi propia tranquilidad. He aprendido que, aunque las derrotas duelen, cada una de ellas deja una huella que me enseña algo nuevo, algo valioso. Amar nunca fue un error, y aunque a veces el resultado no sea el esperado, me siento afortunado de haber experimentado lo que significa entregar el corazón sin reservas.
Tal vez nunca llegue a entender el amor por completo. A medida que pasan los años, parece que sé menos, como si entre más lo busco, más esquivo se vuelve. Pero sé que el amor, con su presencia o su ausencia, siempre trae una lección importante. Quizás las expectativas que cargamos no son las correctas, tal vez las formas en que buscamos no son las más adecuadas. Sin embargo, el amor sigue siendo un maestro, capaz de mostrarnos lo que realmente importa, lo que somos capaces de dar y, sobre todo, lo que significa estar vivos.
Anuncios