71. Un Viaje que Terminó en Vano.

Un Viaje que Terminó en Vano.

Hubo un tiempo en el que aquellos ángeles se presentaban como guardianes de su amor, acompañándolos en cada paso que daban. Eran luz en medio de la incertidumbre, voces serenas que ofrecían consejos y consuelo cuando las dudas asomaban. Bajo la luz de esos ángeles, todo parecía más sencillo, las cuestas menos empinadas, las dificultades más leves, y las pruebas más llevaderas. Con su apoyo, el amor floreció como un jardín en primavera, protegido por esa presencia constante que, sólo creyendo en el amor de los dos, les brindaban su respaldo.

A pesar de la tristeza inicial, solo verse fue suficiente para que ambos recargaran las energías de su amor, ese amor que, aunque aporreado por la distancia y los asuntos sin resolver, seguía vivo. El tiempo juntos fue breve, pero precioso. Compartieron solo una tarde de helado y un momento sublime en que la complicidad de su intimidad les permitió atravesar un mar de sentimientos. En medio del silencio, sus risas y llantos se mezclaron: risas por la felicidad de encontrarse y poder tomarse de las manos, y llanto por la tristeza de ver cómo, poco a poco, las cosas que los unían parecían volverse en su contra, se sintieron solos, pero juntos, luchando contra el mundo.

Al amanecer del día siguiente, llegó la inevitable y adelantada partida. No hubo despedida con un abrazo y un beso, como de costumbre, sólo un mensaje de texto fue el adiós que recargó de lágrimas sus mejillas. A pesar de la incertidumbre que los envolvía, se despidieron jurándose amor eterno. Sabían que los próximos meses estarían marcados por la ausencia, esa que gobierna los corazones cuando el amor se siente maltratado por la distancia y el peso del día a día.

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