El amor, como todo en la vida, no está exento de resultados inesperados o no deseados. Sin embargo, estos no son reflejo de nuestra incapacidad para amar o de que carezcamos de valor. Más bien, son recordatorios de que el amor requiere flexibilidad, aprendizaje constante y, a veces, un cambio de enfoque.
El verdadero amor no se mide por la ausencia de dificultades, sino por la disposición a adaptarse, a comprender y a crecer junto al otro. Cuando algo no funciona, no significa que el amor haya fallado, sino que nos invita a ajustar nuestras acciones, a escuchar más atentamente y a encontrar nuevas formas de conectar y reconciliar.
Así, el amor se convierte en una escuela de humildad y creatividad, donde los errores no son fracasos, sino oportunidades para ser mejores. Al cambiar nuestra táctica, descubrimos que el amor no se agota; se transforma y se fortalece.
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