28- Oye gracias ...


Letra Morada

Después de la despedida, los días se volvieron un proceso lento de reconstrucción, como recoger los pedazos de un espejo roto que aún reflejaba lo que alguna vez fue. Cada mañana era una batalla entre el deseo de mirar hacia atrás y la necesidad de seguir adelante. Las noches eran el escenario donde los recuerdos jugaban a regresar, haciéndole dudar si el amor se había ido por completo o si simplemente había cambiado de forma.

Al principio, parecía imposible imaginar un futuro sin esa presencia, sin las risas compartidas, las conversaciones interminables y las promesas que una vez parecían inquebrantables. Pero, con el tiempo, algo dentro de él empezó a cambiar. Ya no buscaba respuestas, ni intentaba comprender lo que había salido mal. En lugar de eso, empezó a aceptar que algunas historias simplemente no están destinadas a durar para siempre.

Poco a poco, las heridas empezaron a sanar. No porque el amor se hubiera esfumado, sino porque entendió que, a veces, ese amor debe transformarse en la tranquilidad y la paz que una vez representó. Se permitió llorar, desvelar, y también reír de nuevo. Y así, entre las sombras de los recuerdos, empezó a ver la luz que siempre había estado en su interior, esperando a ser redescubierta.

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